El otro día, a parte de la cesta llena de verdura, tambíén me traje tarros de mermelada casera, de ciruela y mora, asi como unos botes de pimientos asados y unos de fritura de verduras perfectos para hacer un revuelto campestre.

Cuando fuí a guardarlos, como siempre lo hago, les pongo unos trocitos de tela y una etiqueta fechandolos y diciendo su procedencia. Y me quedan monisimos. Creo que alguién dijo que la felicidad esta en los pequeños detalles.

Y es cierto, porque cuando abro el estante, y veo todos esos tarros de verduras o mermeladas tan bonitos, que dan pena hasta abrirlos se siente una como más féliz. No se como explicarlo, pero intento rodearme de pequeñas cosas, detalles que hacen el día a día más agradable.


¿No os parece?



Así que al ir a guardarlos, pensé que hacer con todo el tomate que tenía ya demasiado maduro, y me decidí por una mermelada de tomate. Eso sí, dukaniana total. Y navegando encontré esta receta de una chica llamada Sonia en Recetas Dukan  y ahí que me lanzé, la he adaptado un poco añadiendole 2 láminas de gelatina, pero el resto he sido fiel a la receta original.




5 tomates grandes maduros
4 cucharadas de edulcorante
1 rama de canela en palo
1 chorrito de limón
2 láminas de gelatina


Ponemos agua a hervir y cuando este hirviendo y escaldamos los tomates para que facilitar asi el pelarlos. Una vez pelados, los cortamos en trozos, si quieres puedes quitarle el corazón y las pepitas. Eso según el gusto de cada una, yo le quité solo el corazón.

Vaciamos la cazuela de agua y ponemos el tomate, el edulcorante, la canela en rama y el chorrito de limón a hervir. Cuando el tomate empiece a hacer chup chup, bajamos el fuego a fuego bajo y lo dejamos que se vaya deshaciendo poco a poco. De vez en cuando le ayudamos con un tenedor para aplastar un poco los trocitos pero hay que dejarle reposar durante un buen rato para que vaya haciendo un poco de consistencia con el edulcorante. 

Cuando haya adquirido un poco de consistencia y textura, pasarlo por la batidora y dejarlo a fuego bajo otro ratito, aproximadamente unos 15 minutos. 

Mientras, en un cuenco, echamos agua y colocamos las dos laminas de gelatina, cuando estas estén listas, las echamos a la mermelada y esperamos que se temple un poco antes de meterla en un bote.

 
  • Si vas a guardarla como conserva, tienes que esterilizar los botes y las tapas, y una vez que has metido la mermelada en ellos, la mejor manera de envasarlos al vacio es al baño maría. 
  • Para la decoración de los botes, corta un trozo de tela dos o tres dedos mayor que la circunferencia de la tapa  con unas tijeras de picos. Puedes atarlas con una goma o con un poco de cinta de cañamo. Yo prefiero lo segundo, ya que las gomas se acaban pudriendo o pegandose a la tela, y en cambio con la cinta este problema no pasa y le da un efecto un poco más rustico al acabar en una preciosa lazada.
  • Para las etiquetas, imprescindible la fecha del envasado. Las conservas caseras en teoría lo aconsejable es un año de almacenamiento, así que es imporante saber la fecha de envasado.
  • Un detalle bonito es poner la proveniencia, así sí regalas alguna, siempre sabrán de que cocína salió.
  • En la red, hay infinidad de etiquetas gratis para que uses, o te las hagas tu misma. Yo he usado las redondas de Martha Stewart y las alargadas de Frugal Living About para las verduras, pero para las mermerladas ya he empezado a diseñar mis propias etiquetas con Photoshop. En estas un fondo de Pugly Pixel y unos dibujitos de fruta adornan la etiqueta.

¿Qué semana tan direrente verdad? Con un descanso en medio como para coger fuerzas. Ya podíán ser todas así.

Felíz miercoles